A fines del siglo XIX e inicios del XX llegaron a nuestro territorio hombres y mujeres que se convertirían en los primeros educadores de Neuquén. Venían de diferentes lugares del país y se formaron en las viejas escuelas normales dependientes de la Nación. Haciendo grandes esfuerzos, estos pioneros educadores fueron los que cumplieron con la generosa tarea de llevar la enseñanza a niños y pobladores de pequeñas localidades alejadas de las ciudades, sin asustarse ante las inclemencias del clima y de la geografía.
La situación de la educación en estas zonas era informada al Consejo Nacional de Educación, establecido en Buenos Aires, por los inspectores generales de territorios. En esta etapa, los más reconocidos fueron Raúl Díaz, Próspero Alemandri, Sr. Arancibia y Daniel Gatica, entre otros, quienes informaban al Consejo Nacional de Educación la necesidad de crear establecimientos educativos en estas tierras.
Una vez más la historia oral me pone frente a descendientes de aquellos maestros que arribaron en “oleadas pedagógicas” a poblar estas tierras. Un caso representativo –entre tantos otros– es la figura de don Lucas Evaristo Lucero. Tuve el gusto de compartir la oficina del Ministerio de Bienestar Social de la Provincia con su hijo Ricardo, quien recuerda con mucho afecto y amor a su padre:
Don Evaristo nació en la provincia de San Luis a fines del siglo XIX. Estudió como maestro en la Escuela Normal de Maestros de la ciudad capital y una vez obtenido su título arribó a la provincia de La Pampa para luego partir a Río Negro, donde estuvo a cargo de la Dirección de una escuela en Choele Choel. Formó su familia con María Isabel García y tuvieron cuatro hijos.
Tuvo varios ofrecimientos para ocupar distintos cargos, pero no los aceptó. En 1926 se produjo su traslado a la Dirección de la Escuela Nº 2 de Neuquén, lugar que ocupó hasta 1943, en que se jubiló.
Don Lucero ejerció una amplia tarea comunitaria: impulsó, entre tantas ocupaciones, la formación de una cooperadora con el fin de prestar ayuda a alumnos carenciados, y éstas fueron las bases de la Cooperadora Conrado Villegas. Recordemos que en esta labor lo acompañó el doctor Eduardo Castro Rendón, entre otros.
Cuando en 1927 se creó el curso nocturno para varones adultos, don Evaristo fue nombrado su director y, además, maestro.
Doña Isabel, su esposa, trabajó como maestra de manualidades en la Escuela Nº 107. Evaristo fue, también, integrante de la primera Comisión Directiva de la Biblioteca Juan Bautista Alberdi; la Cooperativa CALF, en 1933, lo contó entre sus presidentes y vocales.
Cabe acotar que participó de la creación del Patronato de Excarcelados de la U9, donde se desempeñó como maestro de la escuela nocturna de ese presidio, y también integró la Comisión de Especulación y Agio, que tenía a su cargo controlar los precios de los comercios para evitar sobreprecios, entre tantos quehaceres.
En 1978, año de su fallecimiento, recibió un diploma en homenaje como miembro de la primera Comisión Directiva de la Biblioteca Juan B. Alberdi.
Ensalcemos a los maestros y profesores de ayer y de hoy, una tarea encomiable, única y sacrificada. Honremos a quienes nos precedieron.
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