LOS PRIMEROS PASOS PARA EL TRASLADO DE LA CAPITAL

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Una serie de reuniones en Buenos Aires fueron el origen del proyecto para fundar una ciudad en el medio del desierto. Cómo fueron los preparativos de los pioneros.

En una serie de reuniones que se realizaban en la ciudad de Buenos Aires, en el marco de una sociedad teosófica, Carlos Bouquet Roldán, recientemente designado gobernador del territorio de Neuquén, fue convenciendo a distintas personas sobre el proyecto de construir una nueva capital en la zona de la Confluencia.

A esas reuniones frecuentaba ir Casimiro Gómez, un hombre de nacionalidad española que había comprado tierras en la región apenas se conoció la noticia de que llegaría el ferrocarril. Inmediatamente aceptó la propuesta, teniendo en cuenta que sería una buena oportunidad para vender y negociar las tierras a mucho mejor precio del que él las había comprado.

Además de Gómez, varias familias de Buenos Aires y otras recién llegadas de diversos países también aceptaron el desafío. Así comenzó el proyecto, aunque no sería tan sencillo.

Solucionados los problemas políticos y administrativos (el Presidente de la Nación firmó el decreto correspondiente para trasladar la capital desde Chos Malal), era necesario comenzar una planificación para la nueva ciudad.

¿Cómo organizarla y desde dónde empezar? ¿De qué manera hay que hacer el trazado de calles, dónde ubicar las plazas, los edificios administrativos, la zona comercial? Todas estas preguntas se hizo Bouquet Roldán.

Las primeras líneas las dibujó en la arena, según recordó Ángel Edelman en su libro “Primera Historia de Neuquén”.

Bouquet Roldán estaba sentado sobre la barda cuando se le acercó Talero y le preguntó si estaba escribiendo un poema. “Ni más ni menos, pero un poema moderno, no de palabras dulces, sino de piedra y hierro”, le contestó el gobernador, mientras seguía dibujando líneas sobre la tierra.

Luego, el propio Talero abundaría con más detalles en su libro “La Voz del Desierto”: “Bouquet Roldan construyó la Ciudad en su mente. En un papel había dibujado las plazas, las avenidas, los parques y los jardines. ¿Ve usted? Y dando un golpe firme sobre la arena me dijo: Esta es la gobernación, punto culminante del valle y donde convergen todas las avenidas. ¿Ve aquellas avenidas? ¿Divisa las tres plazas? Aquella es la calle San Martín…”.

Así fue como Bouquet Roldán hizo una cuadrícula pensando cómo debía ser la futura ciudad, aquella con la que él había soñado. La línea del ferrocarril sería un bien comienzo para dividir la zona del “Alto” con el “Bajo”.

Era necesario contar con una avenida central que albergue el centro bancario y comercial y cuatro diagonales que convergieran en la gobernación. Y a su alrededor todo el centro administrativo y bancario.

De la vía hacia el sur funcionaría toda la actividad comercial

Una vez adquiridas las tierras para la nueva capital, el pequeño caserío del Paraje Confluencia comenzó a tomar forma de pueblo. Por el incesante movimiento de carga y descarga, la estación del ferrocarril se convirtió en un punto de encuentro y uno de los más neurálgicos de Neuquén.

En pocos meses los galpones comenzaron a albergar familias y se levantaron humildes viviendas para dar comienzo a una nueva actividad social y comercial.

Se establecieron almacenes de ramos generales y abrieron sus puertas hospedajes, como La Nacional Grand Hotel, para recibir a centenares de personas que llegaban de diversos puntos del país a este paraje que prometía convertirse en una gran ciudad.

Si bien la capital de Neuquén se fundó el 12 de septiembre de 1904, recién al año siguiente estuvieron disponibles las tierras para hacerse los loteos correspondientes.

Algunos terrenos estarían destinados para chacras productivas en la zona del Bajo; otros para viviendas familiares y finalmente quedaría otro porcentaje para los espacios públicos.

La educación, antes que todo

Para que un pueblo pueda desarrollarse en plenitud, primero tiene que tener educación. Ese fue el pensamiento que tuvieron los pioneros neuquinos a la hora de decidir fundar la primera escuela en el lugar donde siete meses después se levantaría la capital del territorio neuquino.

La iniciativa había nacido de una comisión de damas del pueblo que elevaron su inquietud al entonces gobernador Juan Ignacio Alsina, aunque el pedido finalmente llegó a su reemplazante, Carlos Bouquet Roldán, a través del Inspector General de Enseñanza, Raúl Díaz.

“Al leer su telegrama me asalta la visión de un obrero sembrando la luz. Retribuyo sus felicitaciones a nombre del territorio, agradeciéndole por mi parte tan grata noticia”, contestó Bouquet Roldán.

Fue así que en febrero de 1904 se creó la primera escuela infantil mixta N°1, cuyo primer maestro fue Eduardo Thames Alderete.

El crecimiento del pequeño pueblo, a partir de la fundación de la capital, comenzó a notarse rápidamente, por lo que hubo necesidad de crear otro establecimiento educativo.

Al año siguiente se separaron a los alumnos por sexo, y quedó la escuela Nº 1 de Varones y la Escuela Nº 2 de Niñas.

En 1911 el establecimiento pasó a ser escuela Mixta Superior N2 Conrado Villegas, cuyo edificio se levantó en la esquina de las calles Carlos H. Rodríguez y Avenida Argentina, luego de haber ocupado varios edificios muy precarios.

Joaquín V. González, un hombre clave

Uno de los hombres clave para el traslado de la capital desde Chos Malal hacia la Confluencia fue Joaquín Víctor González, entonces ministro del Interior de la Nación. Fue este dirigente el interlocutor que representó al gobierno nacional en todos los detalles políticos y administrativos necesarios para que se concretara la fundación de la nueva sede de gobierno.

González fue además gobernador de la provincia de La Rioja, periodista, escritor, profesor de Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires, miembro de la Real Academia Española e integrante del Consejo Nacional de Educación.

Joaquin V. Gonzalez

Nació en Nonogasta en 1863 y desde muy joven se dedicó a la formación académica y a la política.

Fue el presidente Julio Argentino Roca el que lo convocó para que ocupara el cargo de ministro del Interior en 1901. A partir de ese nuevo rol, tuvo su vinculación con la provincia de Neuquén. Para el día de la inauguración de la capital, el Presidente decidió que Joaquín González encabezara el acto de fundación. En tren, llegó procedente de Buenos Aires en las primeras horas de aquel 12 de septiembre de 1904.

En agradecimiento a las gestiones, las autoridades neuquinas decidieron que una calle llevara su nombre, por lo que cambiaron “Vélez Sársfied” por Joaquín V. González a aquel camino de tierra que nacía en la Avenida Argentina y se perdía a las pocas cuadras hacia el este.

También uno de los primeros espacios públicos que tuvo el pueblo fue bautizado con su nombre a modo de homenaje.

Murió en su provincia natal cuando tenía 60 años.

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