En 2015 hubo 54 autorizaciones, la mayoría en la zona céntrica.
En un mes y con la precisión de las grandes máquinas, lo que tuvo su historia y fue parte del crecimiento de la ciudad queda bajo escombros. Casas tradicionales que hace más de 60 años estaban en un barrio tranquilo, con poco tránsito y con vecinos que se conocían por nombre y apellido, se transforman poco a poco en grandes edificios, con decenas de departamentos que conviven unos con otros.
La consecuencia del crecimiento de la ciudad es inevitable, la reconversión arquitectónica se impone y los edificios en altura se multiplican. Sólo en el año 2015 hubo 54 autorizaciones de demolición de viviendas, la mayoría de ellos en el radio céntrico. En 2014, el número fue similar y alcanzó las 58 autorizaciones. En lo que va de 2016 ya se autorizaron ocho, lo que indica un crecimiento importante comparado con los últimos dos años, cuando el promedio fue de cuatro demoliciones por mes.
Según los registros del Municipio, el pedido de este tipo de acciones va en ascenso. En 2012 y 2013 fue menor, con 36 y 43 autorizaciones respectivamente.
«El crecimiento se da porque agilizamos mucho la parte administrativa, pero tiene que ver también con que en cuatro o cinco años se ocuparon muchos de los solares vacíos, entonces no era necesaria la reconversión. Como vamos, este número va a seguir aumentando», resumió Luis López de Murillas, subsecretario de Obras Particulares del Municipio.
Casas de 50 años, abajo
Donde había una casa con una familia que compartía un terreno de 300 metros cuadrados, hoy viven 100 familias en un edificio que supera los 12 pisos. «Es importante el cambio. Depende de la zona, pero en promedio los edificios tienen entre 80 y 120 unidades funcionales, muy pocos bajan de esos números por una cuestión económica», comentó López de Murillas.
Otra de las características comunes en estos pedidos de demoliciones es que en el 88 por ciento de los terrenos donde había una casa se planteó como cambio un edificio, en el que se combinan viviendas, oficinas y emprendimientos comerciales. La mayor cantidad de pedidos se dan en el microcentro, donde los terrenos tienen entre 10 y 12 metros de frente y un mínimo de 300 metros cuadrados. «Del total, entre el 70 y el 80 por ciento de las demoliciones se dan en el radio delimitado por Illia, Richieri, Combate de San Lorenzo y Leloir-Doctor Ramón», explicó el funcionario.
«La inmensa mayoría de la gente demuele con el propósito de reconvertir esa construcción, aunque puede haber otros motivos de seguridad edilicia que se da en demoliciones parciales. Cuando asumen el compromiso es porque inmediatamente habrá una reconversión arquitectónica», señaló.
Consultado sobre construcciones tradicionales que en estos últimos años se derrumbaron, el funcionario recordó la construcción de Irigoyen y Belgrano donde estaba a medio hacer el edificio de la Justicia Federal, o la casa y clínica del doctor Zingoni en Santiago del Estero y Roca, donde hoy se construye una torre.
Por su juventud, Neuquén no derriba viviendas con cientos de años de antigüedad. La mayoría data de la década del 50 o 60. A pesar de esto, lo que se derrumba es parte de la historia de la capital: las viviendas de los pioneros que forjaron los primeros pasos de una ciudad que crece y cambia dejando atrás el pueblo que alguna vez fue.
EN TRES PASOS
Del croquis al seguro y permiso de demolición
1- Un profesional responsable debe trabajar en el croquis de lo que se va a demoler, y una memoria de cómo se va a trabajar con la estructura se debe presentar en el Municipio.
2- Previo a la demolición, el propietario tiene que desinfectar y hacer un control de plagas. Para empezar a tirar abajo, tiene que entregar un certificado de que se hizo este trabajo. También se debe presentar un seguro que involucre la responsabilidad civil sobre terceros.
3- Se paga el arancel por la demolición y el Municipio otorga el permiso. Respecto a los tiempos, la comuna no impone sino que lo determina el profesional a cargo de la tarea.
«LOS TERRENOS VALEN POR LO QUE SE PUEDA HACER ARRIBA»
El representante del sector inmobiliario, Guillermo Reybet, explicó que este fenómeno se da porque en la zona centro los indicadores urbanísticos permiten construir edificios en altura donde antes había una vivienda. «Se paga más por el valor de la tierra que por lo que vale esa casa. Los terrenos valen por lo que se pueda hacer arriba», resumió Reybet.
Agregó también que se da porque muchas de estas viejas casas están en sucesión, y en ese proceso legal donde hay varios herederos se decide vender.
«Las operaciones que se hacen dependen de, por ejemplo, si son muchos hermanos se compra por lo que vale ese terreno; si son pocos herederos, muchas veces se negocia, se plantea al comprador que va a construir cuantos metros cuadrados le puede dar, y la venta se hace a cambio de departamentos, por ejemplo».
Consultado sobre los valores, dijo que Neuquén, comparado con ciudades aledañas, tiene precios más elevados y recordó que en la última operación que se dio en septiembre de 2015 se vendió el metro cuadrado a dos mil dólares. «Fue en el centro, un lote con un frente de 20 metros donde había locales. Los precios de la Avenida Argentina se disparan; ahí los propietarios ponen el valor que se les ocurre porque por los indicadores urbanísticos permiten construir edificios más altos», apuntó.
Fuente: www.lmneuquen.com.ar