PRIMER DESAFÍO DE LOS PIONEROS NEUQUINOS: EMPAREJAR LAS CALLES

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Uno de los mayores desafíos que tuvieron los pioneros neuquinos cuando recién se instaló la capital en la Confluencia fue el de lograr que el terreno que bajaba de las bardas y terminaba en las costas del río Limay quedara lo más parejo posible.

En los primeros años luego de la fundación, transitar por el pequeño caserío era toda una odisea. Los cañadones y las depresiones en el terreno tenían tanta profundidad que había que colocar piedras y material calcáreo permanentemente. Para colmo, la poca cantidad de agua que había no alcanzaba para regar y asentar esos rellenos. Encima, los vientos del oeste movían enormes dunas de un lado a otro transformando el paisaje y, muchas veces, tapando las casas.

Las ruedas de los sulkys estaban en reparación constantemente y lo más seguro para moverse por las calles del centro era el caballo, aunque siempre había riesgos en cada zanja o pozo que se abría en el arenal.

Para empezar a dominar esa geografía salvaje, el presidente del Concejo Municipal, Abel Chaneton compró unos 500 metros de vías de ferrocarril para colocarlas en distintos puntos estratégicos del pueblo. Con vagones y zorras comenzaron a transportar toneladas de piedras, arcilla colorada y tosca desde las bardas hacia abajo por la Avenida Argentina y calles laterales, con el trabajo de los presos de la cárcel U9, policías y vecinos que colaboraban con aquel enorme proyecto.

Con el correr de los años, y en forma paulatina, las primeras calles céntricas de la ciudad se fueron nivelando hasta convertirse en caminos de tierra relativamente parejos por donde poco tiempo después comenzaron a circular los primeros automóviles.

Nota del autor: La imagen muestra el tendido de vías sobre la primera cuadra de la Diagonal Alvear, en pleno centro de la ciudad de Neuquén

Mario Cippitelli