Homenaje de CALF a los 50 años del Choconazo

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CALF adhiere a la conmemoración de los 50 años del Choconazo, la huelga más importante  de la década del 70 en nuestra región.

 

Resistir al olvido, construir memoria, interpelar al presente, para unir a las distintas generaciones en una identidad signada por valores como la solidaridad y el compromiso social.

El Chocón, “La obra del siglo”, “el choconazo”, palabras, títulos que resumen la historia de una de las represas más importante de nuestro país.  Conmemorar estos 50 años es hacer memoria de los trabajadores y las familias que habitaron la villa temporaria, los que resistieron a deficientes condiciones de vida, a los bajos salarios, a la falta de seguridad laboral y a las condiciones climáticas de la Patagonia.

El “Choconazo” fue la expresión más acabada de los trabajadores en defensa de sus derechos laborales y sociales.

Muchos años antes de esta gesta, en nuestra ciudad, se creó CALF, la Cooperativa del pueblo de Neuquén, por voluntad de los vecinos para que la energía sea un derecho de todos los habitantes. En definitiva la lucha por la dignidad de un pueblo.

Neuquén estuvo presente en el “Choconazo”. Los trabajadores, los estudiantes, la iglesia con Don Jaime de Nevares, organizaron la “Comisión de Solidaridad con los obreros del Chocón” y estuvieron presentes no sólo con expresiones públicas sino concurriendo al lugar con alimentos, abrigos, medicamentos y todo lo que escaseaba.

Los sindicatos de La Fraternidad y la Unión Ferroviaria fueron las primeras organizaciones gremiales que impulsaron la solidaridad con los trabajadores del Chocón. Fue en su local de la calle Brown dónde funcionó esta comisión. De estos sindicatos, que nucleaban a los trabajadores ferroviarios, se destacaron, entre otros, dirigentes como: Aurelio Fentini, Carlos Ciapponi, Celestino Sagaseta y Rodolfo Huanque.

El Sindicato de Luz y Fuerza de Río Negro y Neuquén y La Fraternidad hicieron conocer su apoyo a través de un comunicado público: “Así como se construye el Chocón, con el sacrificio, sudor e incluso la sangre de estos compañeros de clase; cuando ellos solicitan mejoras salariales, seguridad personal en su tareas y bienestar para sus familias, que la mayoría de ellos ha dejado en distintos lugares del país, no puede respondérseles con represión y amenazas.”

Las mujeres también estuvieron ahí, habitaban junto a sus hijos la villa y sufrían el mismo aislamiento que cada uno de los obreros que alzaron El Chocón. Invisibles, imperceptibles pero sosteniendo el trabajo diario.

Una de ellas, Ana Ejea de Urrutia organizaba diariamente la olla popular para los trabajadores, ella fue una de las tantas que sostuvo la medida de fuerza. Las imágenes de la época revelan a muchas mujeres que junto a sus compañeros  participaron de esta historia.

También en la Comisión de Solidaridad tuvo una participación fundamental una mujer; Sara Garodnik de Mansilla, en esos momentos, secretaria general del sindicato de los trabajadores municipales de Neuquén acompañó desde un primer momento la huelga.

Pascual Rodríguez, el cura obrero del Choconazo, como se lo conocía en la obra y aún se lo recuerda, trabajó durante muchos años en CALF.

Pascual fue un trabajador que llegó a la cooperativa como obrero de la construcción después de haber sido un destacado protagonista junto a los dirigentes de la huelga: Alac, Olivares y Torres.

Los obreros aceptaron que fuera parte de la negociación por la confianza y el cariño que le tenían. Pascual fue detenido junto a los dirigentes cuando las tropas de Gendarmería y la policía entraron a la villa y reprimieron la huelga.

Pascual, pertenecía a la diócesis de Neuquén, y había resuelto trabajar como obrero sin que su condición de cura fuera un impedimento o una ventaja. Don Jaime, el obispo, no solo apoyó su decisión sino que participó activamente acompañando la huelga, no sólo haciendo gestiones en los más altos niveles políticos, sino estando junto a los obreros casi cotidianamente en el lugar.

Años después Pascual trabajó hasta jubilarse en la Cooperativa CALF. Ingresó como obrero de la construcción, haciendo las zanjas y pozos para los postes del tendido eléctrico, luego dirigió la revista de CALF, única revista de la ciudad que reunía la vida social y política de ese entonces.

Finalmente Pascual fue responsable del Instituto de Acción Cooperativa donde asesoró y trabajó en la formación de otras cooperativas integradas por trabajadores. Allí también capacitaba a los jóvenes en el oficio de electricista. Fue un activista del sindicato de Luz y Fuerza y su palabra fue valorada en cada asamblea y su opinión respetada y atendida por los trabajadores.

El pliego de reclamos de aquellos obreros sigue vigente porque entonces y ahora tenemos derechos. Organizarnos, cuidarnos entre trabajadores y defender a nuestras familias sigue siendo una necesidad porque entonces y ahora la solidaridad es imprescindible.

Resistir al olvido, construir memoria, interpelar al presente.

CALF en homenaje a los hombres y las mujeres del Choconazo