ARTE Y OFICIO DE CONVIVIR TODOS LOS DÍAS CON LA MUERTE

En este momento estás viendo ARTE Y OFICIO DE CONVIVIR TODOS LOS DÍAS CON LA MUERTE
  • Categoría de la entrada:Noticias

La silenciosa y dura tarea de quienes trabajan en los servicios de sepelios.La sala es amplia, con las paredes azulejadas hasta la mitad. Parece que tuviera dimensiones más reducidas porque en ella hay tres camillas, un aparejo de cadenas colgado en un rincón y una mesa de metal que ocupan gran parte del espacio.

Está ubicada en el sector desepelios que CALF tiene sobre la calle Bahía Blanca. Es un ambiente más de la gran base operativa con el que cuenta la cooperativa para la preparación y el traslado de difuntos hacia el resto de las salas que hay en la ciudad. Pero la habitación es en realidad uno de los espacios más importantes de todo el edificio. Allí llegan diariamente cuatro o cinco muertos que reciben el tratamiento adecuado para la última ceremonia de despedida.

Los difuntos llegan a cualquier hora en un furgón que los retira de los hospitales, clínicas, morgues o domicilios particulares e inmediatamente son colocados en las camillas para la “preparación”, como dicen habitualmente los empleados, 544d9bfbb4f7c2_322x226.94867210que están alistados las 24 horas del día para prestar el servicio que solicitan las familias.

SALA SEPELIOS GODOY  005

“Estamos acostumbrados porque trabajamos en esto hace muchos años”, dice el jefe de sepelios, Agustín Báez, un hombre discreto en voz y apariencia que oficia de guía por el lugar. Él es el responsable de coordinar las acciones necesarias para que todo salga como debe ser porque “no hay margen de error”.

En efecto, el trabajo de los 24 empleados del servicio de sepelios coincide con el momento de mayor dolor de las familias que pierden a un ser querido, y no se puede cometer ninguna equivocación. Por eso, todos son tolerantes, silenciosos y neutros en su comportamiento. Están acostumbrados a ver de todo.

f300x0-12757_12775_14

La tristeza, el dolor y el espanto son parte de su rutina diaria, pero “alguien lo tiene que hacer”.

El trámite se inicia en la recepción del lugar, cuando alguien solicita un servicio para un familiar que murió.

Aunque parezca chocante hablar de plata en momentos como esos, inevitablemente hay un listado de precios que se le muestra al solicitante ya que los ataúdes tienen un rango de precios que oscila entre los 15.000 y 60.000 pesos. Y una vez que se acuerda la calidad del cajón y el tamaño, comienza el circuito que terminará en el sepelio.

El furgón deja el cuerpo desnudo del fallecido y los empleados lo llevan a la sala para prepararlo. En el mejor de los casos, puede ocurrir que se trate de alguien que no haya muerto de manera violenta, a quien hay que vestir, peinar y hasta maquillar o afeitar si los familiares lo solicitan. Pero también están los otros que llegan después de haber perdido la vida de manera traumática: baleados, accidentados quemados y ahogados. Para los empleados de CALF es igual, aunque la imagen sea espantosa.

Se ocupan al detalle, salvo que el velorio se realice a cajón cerrado, decisión que cae exclusivamente en la familia.20141007_112132 (1)

Por lo general, dos personas realizan ese trabajo. Antes toman las precauciones necesarias que establece un protocolo interno.

Usan barbijos, guantes de látex, desinfectantes, gasas y algodones como si fueran forenses investigando las causas de una muerte.

Pero no. Son empleados como tantos otros que tiene la cooperativa, pero a ellos les toca aquel trabajo tan duro como importante. Es una tarea tan paciente y puntillosa como respetuosa hacia la persona que acaba de morir. “Cada caso es distinto; hemos pasado por todo tipo de situaciones”, agrega Agustín, con el mismo tono discreto y sereno, mientras muestra en detalle la sala por la que pasan ellos, los confirmados mortales que saldrán pulcros y prolijamente preparados, como si la muerte fuera un preludio de otra vida.

SEPELIOS ALDERETE 090614 (22)

Finalizada la preparación, cada uno de los aproximadamente cinco fallecidos que llegan diariamente son trasladados a la sala velatoria respectiva o a un domicilio particular, si la familia así lo prefiere. En ese caso, llevan a la vivienda elegida todos los artículos necesarios para acondicionar el lugar donde se realizará la ceremonia.

El servicio de sepelios de CALF es una rutina sin final que no reconoce feriados ni días festivos, tampoco estaciones ni horarios.

Se trata de un oficio singular y solidario de un grupo de empleados. Un puñado de anónimos que, cotidianamente, trabajan y conviven con la muerte.

Fuente: www.lmneuquen.com.ar